Un llamamiento a la Ciudadania

Publicado en: el Periòdic d’Andorra el 13 de Septiembre de 2010
Traducción literal al español, por la autora: Dra. Àngels Codina

 

Publico este artículo para atender las reiteradas peticiones de algunas personas. Es el pensamiento con el que participé en el «Dia de Andorra» en el transcurso de la Universidad de Verano de Prada de Conflent (Francia) del presente año. Al final de la cual, aunque no estaba previsto, pero a modo de corolario natural, hice un llamado a constituir una Ágora Ciudadana en Andorra y que hoy, mediante el presente escrito, hago pública y extensible a toda la ciudadanía que pueda estar interesada.

Adapto el texto original para la publicación en el periódico y elimino algunas referencias científicas con la finalidad de no cargar al lector con un escrito excesivamente pesado. Quiero remarcar que la perspectiva desde la cual enfoco el contenido de mi escrito, como no puede ser de otra manera, dimana de la propia experiencia vital y profesional, ambas inseparables.

Conviene remarcar que, desde hace aproximadamente 20 años, vengo realizando una investigación clínica, que integra diferentes conocimientos médicos, psicológicos, filosóficos y de la física moderna, a partir de la cual he elaborado mi propio método terapéutico que llamo Ontomedicina (antes Medicina Vibracional) que significa la medicina del Ser. Yo trato enfermos, no enfermedades; trato personas, no cuerpos. Veo a la persona integralmente, es decir, en sus niveles físico, emocional, mental y espiritual o trascendente, ya que, la integración armónica de estos niveles se traduce en salud.

Pero no hay que olvidar que, a la vez y más allá de esta – utilizando la terminología ontomédica- unidad microcósmica que es la persona, formamos parte de una unidad macrocósmica, estamos en interdependencia e interrelación con todas las demás especies y con nuestro entorno. Según sea la base sobre la cual establecemos esta interrelación – cooperación o competencia- estamos favoreciendo la evolución o la involución de nuestro sistema. Siguiendo este orden de ideas, dentro del concepto ciudadanía que hoy nos ocupa tenemos que, en la base del orden social – como una pieza clave de fisiología fractal- radica el ciudadano, que formará parte de la familia, la sociedad, la naturaleza, el planeta…en orden de complejidad creciente hasta la gran Unidad que es el Todo.

Quede claro desde el principio que, cuando hablo de ciudadano quiero decir persona libre y responsable, es decir, un ser maduro que tiene en cuenta el orden mencionado y que mide las consecuencias de sus actos. En mi opinión, este es el ideal que ha de guiar nuestras acciones como humanos, como seres sociales, y ya sabemos que nadie es perfecto, pero todos somos perfectibles. Se trata de cultivar esta perfectibilidad, enmendando los errores del camino conjunto que hacemos y potenciando los aciertos.

Mi praxis me ha enseñado que nuestra biología no es ajena a nuestra biografía, más bien es su consecuencia. Por tanto, tengo una cierta experiencia en tratar de reordenar la persona y -siempre con su participación consciente y voluntaria- orientarla hacia el máximo exponente de salud, considerada en el más amplio de los sentidos: el reencuentro y ejercicio de su Propio Poder Personal. ( O sea, hacerse consciente de las propias habilidades, aptitudes, y del potencial que como humanos tenemos y del cual estamos muy lejos de conocer la grandeza y profundidad que tiene y/o puede llegar a tener).

Poder es una palabra que, a menudo, se emplea dentro de un contexto, a mi entender, totalmente ilusorio: para un cargo, nivel económico, estatus social…- que hoy tienes y mañana puedes haber perdido. Sí, es cierto que, en  nuestra sociedad materialista, para algunos asuntos, los ejemplos que he citado pueden ser determinantes puntualmente, pero no son en realidad un auténtico poder.

El auténtico PODER radica dentro de cada uno de nosotros y es algo que hay que conquistar a lo largo de nuestra trayectoria vital, de nuestro crecimiento como personas. Este, una vez somos conscientes de el, es indestructible, nadie puede arrebatárnoslo, solo puede irse incrementando.

Una sociedad está formada por el conjunto de individuos que la componen, es decir, por sus ciudadanos (de civitas-atis = conjunto de ciudadanos de un Estado, que habitan la urbs)

Actualmente, en los llamados estados democráticos nos enorgullecemos de – en teoría- la igualdad de los ciudadanos; en nuestra ilusión no nos apercibimos que, en el sentido que nosotros lo utilizamos, la democracia no existió ni tan siquiera en la Grecia de Pericles (considerada la época de oro de la civilización Helénica, en el siglo V a.C., donde todos los ciudadanos tenían derecho a voto, pero no todos tenían derecho a ser ciudadanos, ya que estos últimos poseían esclavos.

Desafortunadamente, la esclavitud a principios del siglo XXI, no ha desaparecido; en el mejor de los casos, solo ha cambiado de forma. En algunos lugares todavía existe la esclavitud física tradicional, como en algunas minas de diamantes en África, Sudamérica, etc. Y estamos asistiendo -por doquier- (justo a nuestro lado mismo) a un aterrador incremento de tráfico de personas: mujeres, niños y también hombres, como esclavos sexuales, dentro del circuito del narcotráfico y criminalidad internacional. Y, en nuestro pequeño porcentaje de personas afortunadas – si nos comparamos con todo el conjunto de la población mundial-  donde nos creemos libres, no nos apercibimos de que estamos sometidos a un constante y sistemático lavado de cerebro que -en nuestra ignorancia-  nos dirige a un totalitario pensamiento único disfrazado, eso sí, de ideologías y creencias de toda clase que uno tiene derecho a tener pero que, carentes de una estructura coherente de pensamiento, resultan en la práctica de una superficialidad vacía de todo contenido esencial, lo cual nos aleja de una acción eficaz, como ciudadanos, en la participación efectiva en la regulación de nuestras vidas.

A lo largo de la historia conocida, se han ido sucediendo diversas civilizaciones, que aparecen, crecen hasta su cénit y desaparecen. Este hecho se adapta perfectamente a la moderna concepción – dentro de la física- de la teoría del caos, que, resumiendo mucho, podríamos decir que un sistema se origina en el momento en que se empiezan a conservar las relaciones que lo definen -los atractores- y se desintegra cuando estas relaciones se rompen.

Actualmente, en mi opinión, estamos asistiendo a un cambio de paradigma de alcance planetario: se está destruyendo un tipo de civilización, agotada por su deriva inhumana, que nos conduce a una situación cada vez más caótica; sutilmente, sin embargo, comienza a emerger una de nueva.

Todos y cada uno de nosotros tenemos una responsabilidad frente a este cambio: hemos de realizarlo en nuestro interior para que pueda manifestarse en el exterior. Los valores que queramos ver reflejados en la sociedad, hemos de cultivarlos antes en  nosotros; sin esta coherencia básica es del todo imposible una evolución positiva. A mi entender, es del todo inútil (aparte de irrespetuoso) querer interponer un tipo de corriente ideológica a toda una sociedad.

Las ideologías y creencias todas son muy bonitas en teoría, pero en la práctica acaban originando revoluciones sanguinarias (físicamente y/o psicológicamente), no tenemos más que repasar la historia. Es por esto que yo reivindico el hecho de ser Ciudadano (como una especie de atractor, haciendo un paralelismo con la teoría del caos mencionada), más allá de ideologías y creencias, con respeto por las que sean respetables (no todas lo son, en contra de la «bobocracia mental» instaurada en las sociedades llamadas democráticas, como por ejemplo: las derivas legales que atentan al sentido común y, sobretodo, confundir el ejercicio de la autoridad – que es absolutamente imprescindible- con el autoritarismo y, en consecuencia, la instauración del todo vale y todo es permitido). Hasta que no tengamos claro que ni todo vale ni todo ha de ser permitido no empezaremos a enmendar el caos creciente al cual estamos asistiendo por doquier.

Ser Ciudadano en el contexto explicitado es asumir la propia responsabilidad en todos los actos de nuestra vida -privada o pública- porque, en definitiva, los errores en el ámbito privado repercuten en el público y viceversa. En consecuencia, ejercer el Poder Ciudadano, quiere decir ejercer el primer y más importante derecho y deber, que toda persona libre y responsable tiene. A efectos prácticos esto quiere decir no solamente ir a votar cada cuando toque y dejar que los políticos hagan lo que quieran sin ningún control, sino permanecer atentos y dar nuestra opinión en una sinergia positiva entre gobernantes y ciudadanos, en una relación de igualdad y no en una de sumisión, tal y como se produce hoy en día.

El gobernante ha de estar capacitado para llevar a cabo su tarea y al servicio de la ciudadanía y del ciudadano ha de ser respetuoso y, sobretodo, crítico (en el sentido positivo de la palabra), solo de esta manera creo que podemos funcionar de una forma que favorezca una evolución social positiva. En este sentido, quiero hacer énfasis en el poder que tenemos los ciudadanos como tales, del cual no acabamos de ser conscientes, llevados por la inercia del sueño democrático y paralizados por el pensamiento que «la democracia no es perfecta, pero que es el mejor de los sistemas» vamos cayendo en una inercia mortífera que nos lleva solo a votar cada X años y a despreocuparnos el resto del tiempo. Este magno error es el que nos está llevando a la disociación actual, en que los políticos -con muy pocas excepciones- están inmersos en peleas constantes por el poder ilusorio, ilustrando perfectamente todas las derivas de la miseria humana y el pueblo-súbdito, en una esfera totalmente diferente, va sufriendo las consecuencias de tan nefasta manera de proceder: empobreciéndose y sometidos a leyes absolutamente fuera de toda lógica y de efectos nefastos.

De la democracia, en el sentido ideal que la entendemos, , pero -como ha quedado claro- no en el sentido que se practica, yo la llamaría personocracia, es decir, el gobierno de la persona-ciudadano. En mi opinión, esta es la buena dirección para tratar de salirnos del caos creciente y de la cada vez más inhumana sociedad moderna. eso comporta , si o si,  por parte del Estado, el hecho de fomentar la educación en la línea de desarrollar el potencial humano. Esta es la mejor medida de las auténticas intenciones de un gobierno: ver cómo trata la educación de sus ciudadanos.

Personalmente, ya hace tiempo que clamo por que se replantee la educación general básica, incluso consta por escrito en la compilación de conferencias 2005, de la Sociedad Andorrana de Ciencias, donde se recoge mi cosmovisión médico-clínica: «Creo imprescindible educar en contenidos polivalentes, no fragmentarios y excluyentes. Enseñar a pensar. Estimular el potencial humano. educar en la consciencia trascendente para formar seres libres, y solo merece este calificativo quien tiene la capacidad de pensamiento crítico y lo ejerce».

En Andorra somos pequeños y esto tiene inconvenientes, pero también una gran ventaja: si hay voluntad, podemos hacerlo bien. Todo depende del orden de prioridades que se establezca. No puede ser de ninguna de las maneras que no se pida ninguna responsabilidad en los asuntos políticos.

Los ciudadanos debemos ser respetuosos, cívicos y críticos, pero los políticos nos han de rendir cuentas y se lo hemos de exigir. No se puede permitir que se dilapiden millones en «embellecimientos» monstruosos que se han de retirar (*) , ni en edificios de fama mundial (**), ni en peajes políticos diversos, y que no nos quede dinero para proyectos esenciales para la ciudadanía y el buen desarrollo del país.

Las ideologías separan; los sentimientos, unen. Reclamo una Andorra constituida por ciudadanos, haciendo real nuestro lema: «VIRTUS UNITA FORTIOR». En consecuencia, desde estas páginas, hago un llamamiento a los Ciudadanos de Andorra que puedan estar interesados  en constituir el Ágora Ciudadana de Andorra.

Notas a pié de artículo:

(*) Se refiere a un pretendido «embellecimiento de la Avenida Meritxell de Andorra la Vella – la capital de Andorra- encargado a un taller de una «famosa arquitecta» que vive en Barcelona, que estaba tan fuera de lugar, que las personas de Andorra lo rechazamos de lleno y, una vez colocadas las estructuras imposibles de diseño y totalmente inapropiadas, por el clamor popular tuvieron que sacarse de la vía pública. Resultado, millones de euros tirados a la basura.

(**) Proyecto de un edificio oficial encargado a un «arquitecto de fama mundial», fuera de contexto en el momento en que se hizo, por lo que no pudo llevarse adelante, pero que -solo por el proyecto-…otros tantos millones de euros públicos echados a perder..

En ninguno de los dos casos se pidieron responsabilidades a los políticos responsables del desaguisado.

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